Mario Vargas Suárez
Está empezando el mes de noviembre y para los mexicanos este mes es significativo por varios motivos y, según el sector donde habite, milite o desempeñe alguna actividad -productiva o simplemente satisfactoria-, entonces opinará en algún sentido de este penúltimo mes del año.
Empiezo por el final de mes, cuando el de Atlacomulco, Enrique Peña Nieto, simplemente vivirá el último día su administración, que no de su mandato, para salir del escenario político nacional, en medio de fuertes críticas por su pésimo desempeño como titular del Ejecutivo Federal. ¿Cuál será la concepción de Peña Nieto de su actuar como presidente?
Uno se va y llega otro. En medio de la incertidumbre arribará Andrés López, quien se ha ganado a pulso la crítica a sus acciones de Presidente Electo, pues las determina como si ya estuviera en funciones. Y contra todo pronóstico, un buen sector de mexicanos, pero también de extranjeros, predice vientos huracanados, desde antes de empezar oficialmente.
En la segunda mitad del mes, las celebraciones del Aniversario 108 de la Revolución Nacional, que más por costumbre que por convicción, desde la escuela nos han metido en la cabeza como el ideario del país. Aunque los principios del Sufragio Efectivo y la No Reelección, parecieran ahora pura vacilada.
Siguiendo el mes, los dos primeros días de noviembre, los mexicanos prácticamente celebramos a los muertos y que mejor espacio para comentarle a usted la historia del Campanero, que se convierte en una tradición emanada de una ¿travesura?
La historia del campanero nace en el todavía pueblo de San Andrés Mixquic, población fundada en la época prehispánica y que forma parte de los siete pueblos originarios de la antes delegación Tláhuac, ahora Alcaldía, en la Ciudad de México.
Como nota le comento que Mixquic es el límite de la Ciudad de México, al colindar en el municipio de Chalco, EDOMEX.
San Andrés Mixquic antiguamente fue una isla rodeada por el lago de Chalco, actualmente desecado, aunque quedan algunos canales y debido a ello, es un pueblo que forma parte del polígono de la zona chinampera declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Cada año, durante las festividades del Día de Muertos, Mixquic recibe a miles de turistas mexicanos y extranjeros, aunque antes de recibir la afluencia turística de las últimas seis décadas, surgió la figura del Campanero, como dinamismo juvenil.
Dicen los ancianos del lugar, que el encargado de repicar las campanas de la iglesia de San Andrés Apóstol, en Mixquic, recibía de los amigos y vecinos un tamal. También café, fruta o algo de comer que le llevaban al campanario de la iglesia.
Era mucha la comida que recibía El Campanero, por lo que determinó como costumbre dejar, a manera de Ofrenda a los Muertos, los alimentos que no consumía, precisamente los días 1 y 2 de noviembre en la Plaza central del pueblo.
La leyenda dice que los ‘manjares’, despertó en unos niños lugareños, el antojo de lo que dejaba el Campanero en la Ofrenda para los Muertos, por lo que idearon una acción, a manera de juego, de broma, de travesura.
Los niños, casi adolescentes, se organizaron para simular un cortejo fúnebre, cargando una caja de cartón, a manera de ataúd; otro simulaba a la viuda con un disfraz de mujer en medio de lloriqueos. El cortejo caminaba por las calles de los cuatro barrios (San Miguel, San Bartolo, San Agustín y Los Reyes), siembre sonando la campana.
También se hacían escenas chuscas, por ejemplo cuando aparecía “la otra” y la pelea simulada entre las “viudas”; pero también el de los huérfanos de una y otra, lo que daba pie a un ambiente chusco del cortejo, pero en medio de una ironía social.
La intención era que las plañideras al llegar a una casa para “pedir calaverita”, entonaran la letanía “¡Campanero mi Tamal!… -y añadían- ¿Nos da permiso de pasar a rezar?”.
Al flanquearles el paso les conducían frente a una imagen o Altar de Muertos para que con toda la formalidad religiosa, hacían oración. Cuando terminaban de rezar, una campana tomaba vuelo al tiempo que los integrantes del cortejo fúnebre cantaban: “…A las ánimas benditas les prendemos sus velitas” para luego repetir “Campanero mi Tamal” Los dueños de la casa, satisfechos y sonrientes les obsequiaban pan, tamales, atole y fruta, característicos de la época.
La travesura dio paso a la tradición, y desde mediados de los años cincuenta y a través de más de una década, Don Educado Galicia Medina, Subdelegado y primera autoridad en Mixquic, recibía de la muchachada del ‘Campanero’ lo recaudado, mismo que se disponía para la ofrenda en la fuente de agua de la plaza principal de Mixquic.
El Campanero hasta la fecha, cada 31 de octubre se sigue practicando en San Andrés Mixquic, aunque ahora en lugar de caja de cartón, los jóvenes de esta época ya piden a la funeraria local, un ataúd real y no falta el travieso que se introduce en él y cuando menos lo esperan, el “muerto” abre el féretro y se sienta, en medio de la sorpresa de unos y la risa de otros.
El Museo de la Calaverita creado por Marco Antonio Galicia Suárez, brinda al visitante y a los oriundos de Mixquic una tradición donde se aprecia el arte de darle vida a las calaveritas hechas a base de carrizo, papel maché y mucha imaginación combinada con la tecnología de la época.
Mixquic, un lugar de tradiciones, leyendas y cultura.